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El martes en Ona FM, radio barcelonesa y de lo más culé que hay, se celebró el gol de Gomis, jugador del Lyon, como si se hubiera ganado la Champions. Es decir, unos periodistas del Barça estaban festejando el gol del equipo que jugaba contra el Madrid.

El miércoles y el jueves, en el programa que dirige Josep Pedrerol, Punto Pelota, se debatió sobre si era la correcto o no, llegando en ocasiones al insulto. Esos periodistas expertos decían que había que ir con los equipos de tu país en competiciones europeas. Además, añadían que desde Madrid no se celebraron los goles, por ejemplo, del Arsenal. 
Pues yo sí lo hice. Y aquí viene la explicación al final del anterior post. Un aficionado al Real Madrid, generalmente, quiere que el Barça pierda siempre. Pero a parte del Barça, también el Sevilla, el Valencia o el Osasuna. Y al revés pasa lo mismo. Aunque lo periodistas tengan que guardar las formas en directo, que es lo que deben hacer aunque sean madridistas o culés reconocidos, los aficionados no. La polémica de Punto Pelota viene porque Carazo, culé empedernido y periodista, celebra en antena el gol del Lyon. Carazo se equivoca, sí, porque tiene que entender que aunque su público solo sea culé, él es un periodista y como tal no debe ser un forofo.

Pero con los aficionados no es lo mismo. Todos, o la mayoría de los que seguimos a un club de fútbol, somos forofos. Nos guste o no, lo somos. Y como tal, siempre queremos que pierda el eterno rival. Pero voy más allá: ¿Cómo quieren los periodistas que los madridistas animen al Valencia o al Barça en la Champions si cada vez que el Madrid va a su estadio suena eso de "madridistas hijos de puta? Y al revés igual, por supuesto. No tiene sentido. Pero tampoco hay que quedarse en los límites que marcan nuestras fronteras y es que los del Arsenal quieren que el Chelsea pierda, y los del Milan que lo haga el Inter.
Es ley de vida, algo que tenemos que reconocer sin más y por lo que los periodistas no deben discutir. Es cierto eso que se dice de que no es bueno ser anti-algo, cualquier cosa, sin importar el objeto, pero que no sea bueno no quiere decir que no se sea, por lo que, a mi juicio, es perfectamente legítimo que los aficionados de un equipo quieran que su rival en las competiciones domésticas pierda en las continentales. Como ya he dicho, es ley de vida.

La Copa no pone

Tras cuatro días de intenso baloncesto, como cada año, la Copa del Rey de baloncesto ha vuelto a pasar por nuestras televisiones sin pena ni gloria. Da igual que 15.000 personas llenen el Palacio de los Deportes o que Madrid se tiña de los colores de unos equipos cuyas aficiones se dejan la voz por su equipo. La Copa del Rey no importa, no se tiene en cuenta en esta país y eso que, a mi juicio, es el torneo más bonito que tiene lugar en nuestro territorio.

De hecho, creo con certeza que la Copa sí interesa al público en general. Muchos días la Copa ha sido el tweet más hablado de España. Los profesionales de la información se preocupan por este torneo, pero fuera de los focos. En frente de estos, su interés desaparece. Aún así, gente como Carlos Fite, presente en el Palacio a lo largo de toda la Copa, lo que destacaba del torneo era el espectáculo de las cheerleaders. Sin más. Así, la única cadena que medianamente ha tenido en cuenta este torneo ha sido TVE, quien emitía el evento. Aún así, su seguimiento ha sido escaso. De esta forma, la vigésimo tercera jornada de Liga ha tenido más relevancia en los medios que la Copa del Rey de básket.
Hecha la crítica-reflexión, vamos al pastel. La Copa se presentaba el jueves como un torneo apasionante en el que cada año se producen una o varias sorpresas que acaban con los favoritos. Sin embargo, llevamos un par de años que esto no sucede y, la verdad, no ayuda nada a este torneo. Quizás sea bueno que Madrid y Barça lleguen a la final para que así el seguimiento tanto de medios como de afición sea mayor, pero a mi juicio aún mejor es que los más débiles se carguen a los ricos. El Valladolid no pudo con el PEValencia. Pero es que el Valencia, aunque estuvo cerca, terminó quedándose sin final por culpa de un Sergio Rodríguez que se empeñaba en que este iba a ser su torneo, para, por fin, callar todas esas bocas críticas que cada día más le acechan. El Madrid, en cuartos, había acabado con un GranCa que le plantó cara, pero al que no le bastó la omnipresencia de un Carroll espectacular. De esta forma, el Madrid-Estu se metía en la final de la Copa gracias a la cantera estudiantil, gracias a un Carlos Suárez y a un Sergio Rodríguez que estaban superlativos. Por cierto, que venga Scariolo ahora y defienda la no convocatoria de estos dos para el Mundial del verano pasado. Igual si hubieran ido otro gallo habría cantado.

Por el otro lado del cuadro, el Caja Laboral ganó su derbi particular con ayuda arbitral de por medio. Vasileiadis dio un recital de acierto en el tiro de tres y, cuando tras ir 13 puntos por detrás consiguió poner a su equipo a dos puntos, los árbitros se encargaron de que el triple que ponía al BBB por delante no valiera. En semifinales le esperaba un Barça que había arrollado a una Penya que solo le aguantó a los de Xavi Pascual tres cuartos. A priori se esperaba un duelo en semifinales bonito y abierto en el que cualquiera podría ganar, pero el Barça demostró que los de Ivanovic no están finos.
Así que ayer se produjo la final esperada por todos, todos los que no son amantes del baloncesto. El aficionado sin más, que de vez en cuando ve algo de baloncesto pero que tampoco le apasiona quería un Madrid-Barça y solo había que pedirlo.  El Madrid aguantó más de lo que se esperaba. Planteó un partido muy físico, pero las fuerzas no le aguantaron. Los dos candidatos al MVP antes del partido, Navarro y Suárez no estaban finos. El de Aranjuez más, pero Anderson, mucho más físico, se lo comió. Chimpa sufre con gente más fuerte que él y Anderson, básicamente es eso, más fuerte. Tomic sostenía al Madrid en la primera parte, pero en la segunda desapareció. Así, sin ningún referente y con Llull con cero puntos, el Madrid se desinfló. El Barça, viendo flojear a los blancos, apretó con un Sada insaciable. El base catalán no se cansó de pelear cada balón y ese puntito más de intensidad fue lo que rompió el partido. De esta forma, el Barça repite título por segundo año consecutivo, hazaña que no se repetía desde el 88, y presenta sus firmes credenciales para la Liga y la Euroliga. Pero sobre todo, le vuelve a demostrar al Madrid que, a día de hoy, siguen siendo superiores. 

El Betis se hunde

Hace cosa de mes, mes y medio, me comentaban que el Betis no iba a ascender. Por aquel entonces, cuando aún solo se había jugado la ida de los cuartos de final de la Copa del Rey, esa idea me pareció una locura. El Betis jugaba de lujo, con un Beñat inmenso en el centro del campo respaldado por un Iriney incombustible. Además, el equipo verdiblanco tenía una ventaja suficiente respecto al tercer clasificado en 2º y acababa de hacer un partidazo en el Camp Nou ante el todopoderoso Barça. Recordemos que este año el ascenso a Primera División se compone de los dos primeros clasificados de Segunda más un tercero que saldrá de un play-off entre el tercero y el sexto. 
Como decía, el Betis no solo ganaba, si no que además lo hacía jugando bien al fútbol. Se había olvidado eso del pelotazo en el Benito Villamarín, y mucha culpa de ello la tiene el entrenador y su filosofía. Pepe Mel está volviendo a demostrar que es un pedazo de entrenador y que se merece un banquillo en Primera. Sin embargo, no debe confiarse. Creo que, así como la buena racha que llevaba el Betis en la primera vuelta era culpa de Mel, ahora, cuando ha llegado esta racha negativa de resultados, también es él quien debe dar la cara. Puede ser que haya habido un exceso de confianza y que los jugadores pensaran que la cosa estaba hecha. Tanto Rayo como Celta ya les han demostrado que no, y el conjunto sevillano va a tener que luchar hasta el final. Pero tiene que ser el entrenador el que inculque estas ideas en el grupo. No debe permitir que el equipo se duerma, que se confíe y que deje de jugar como lo estaba haciendo. Y es que ya son cuatro las jornadas consecutivas que lleva el conjunto verdiblanco sin puntuar. 

Me decían, para justificar la ocurrencia de que el Betis no subiría, que un equipo que tiene tal cantidad de deudas acaba no rindiendo en el campo. La economía no es lo mío, pero esta idea es lógica. Si no hay estabilidad en los despachos, el equipo se desmorona. Muy pocas veces ha sucedido que unos jugadores a los que se les debe dinero rindan al máximo nivel. Además, la primera vuelta del Betis ha sido brutal. Perdió tan solo tres partidos y empató cuatro de los veintiuno que disputó, contando con un meritorio empate en Vigo. Y, siguiendo la línea de los equipos que no cobran, cuando un equipo se exprime tantísimo al principio, luego lo acaba pagando. Por otro lado, no hay que olvidarse de la lesión de Emaná. El camerunés estaba siendo el mejor en el Betis hasta que se lesionó. Y claro, como pasaría en cualquier equipo, cuando se te lesiona le estrella, el rendimiento del grupo baja.
Aún así, no es normal lo que le está sucediendo al Betis. Estas cuatro derrotas consecutivas tienen que servir como punto de inflexión para el club comandado ahora por Gordillo. Mel tiene que encauzar a sus chicos y el Betis debe volver a desplegar el fútbol que ya ha demostrado que es capaz de realizar. Le ganó al Barça y ese tiene que ser el partido que marque su remontada. Si Mel da con la tecla, el Betis volverá al lugar que le corresponde. Si no, aunque seguirá en la pelea por el ascenso hasta el final, equipos como el Celta, el Rayo o el Granada pueden dejarlo otro año más en el infierno. 

Green Bay reina de nuevo

El pasado 6 de febrero tuvo lugar el evento deportivo más importante en EEUU y, probablemente, en todo el mundo. Es decir, se jugaba la Superbowl. Los Packers de Green Bay se enfrentaban a los Steelers de Pittsburgh en el campo de los Dallas Cowboys, sin duda uno de los mejores estadios del mundo. Tras cuatro duros cuartos, fueron los Packers los que ganaron el enfrentamiento (31-25) guiados por su mariscal de campo Aaron Rodgers, quien estuvo en todo momento secundado por el receptor Nelson y el linebacker Clay Matthews, logrando los de Green Bay su cuarta 'Superbowl'.


Se esperaba mucho de este partido y la verdad es que no defraudó. Al principio, ninguno de los dos equipos lograba avanzar yardas y la defensa de ambos conjuntos triunfaba, impidiendo que los quarterbacks brillaran. Pero Aaron Rodgers fue el primero en cambiar el resultado del partido al encontrar al receptor Jordy Nelson (un jugador que se ha hecho clave durante la recta final de la temporada) con un pase de 29 yardas en el primer cuarto para poner el 7-0 a favor de los de Wisconsin.

Los Packers ya iban por delante en el marcador y seguían aplicando una defensa asfixiante, lo que provocó que los de Pittsburgh se desorientaran y no lograran encontrar su juego. La defensa verde no les dejaba respirar y eso quedó patente cuando Nick Collins interceptó un pase de 37 yardas lanzado por el quarterback de los Steelers Ben Roethlisberger. Collins corrió hasta la zona de anotación sorteando a cinco rivales para hacer un nuevo touchdown y poner el marcador de 14-0 al final del primer cuarto.
En el segundo cuarto, los Steelers mejoraron su juego y recortaron distancias con un field goal de 33 yardas para ponerse 14-3. Sin embargo, Rodgers mantuvo la dirección de su equipo y se encargó de ampliar la diferencia con otro “láser” de 21 yardas que fue a parar a las manos del receptor Greg Jennings, poniendo el  21-3 en el marcador y dejando el partido casi sentenciado. Y digo casi porque si los Steelers se caracterizan por algo, aparte de por su defensa, es porque nunca se rinden, hecho que llevan demostrando durante toda la temporada y desde largo tiempo atrás. Prueba de ello fue que, a falta de 39 segundos para llegar al descanso, un pase de ocho yardas de Roethlisberger al veterano Hines Ward ponía el marcador 21-10 y dejaba el partido por decidir en la segunda parte.

El partido cambió. Si en antes del descanso el que dominaba era el equipo verde, en la segunda parte fueron los de Pittsburgh los que, con la presencia del mariscal Big Ben y el runninback Rashard Mendenhall, lograban hacer su juego de carrera y convertir otro touchdown dejando el marcador en un ajustado 21-17.

A pesar de la remontada, la presencia y calidad de Rodgers fueron la clave del partido. En el último cuarto hizo otra conexión con Jennings de 15 yardas para un touchdown más, que volvía a dar una cómoda ventaja a los verdes de 28-17. Pero como ya dije antes, los Steelers nunca se rinden y, aunque estaban contra las cuerdas, apareció Roethlisberger, que no estaba cuajando un gran partido, y con un pase de 25 yardas a Mike Wallace consiguió otro touchdown, más conversión de dos puntos de Antawn Randle, lo que nuevamente permitió a los Steelers regresar al partido con marcador de 28-25 y con tan sólo 7 minutos por delante.
Pero de nuevo surgió la figura de Rodgers. El sustituto del mítico Favre en los Packers consiguió salir de varias situaciones complicadas con pases majestuosos. A falta de 2 minutos para el final, Mason Crosby logró un field goal de 23 yardas que les ponía con 6 puntos de ventaja 31-25 pero con la posibilidad de perder si los Steelers realizaban un touchdown. El milagro no sucedió y el título se marchó para Wisconsin.

RODGERS, HÉROE DE LA FINAL
Rodgers completó 24 de 39 pases para 304 yardas, con tres pases de touchdown, sin que le interceptasen ninguno. Dejó su promedio en 111,5 yardas, siendo la gran figura y el ganador del premio MVP. Además, este trofeo individual tenía un gran peso para Rodgers ya que le consagraba como el mejor Quarterback del año después de haber sufrido dos conmociones cerebrales y tras liberarse de la presión que llevaba cargando durante los últimos 3 años al ser el sustituto del legendario Brett Favre, el último que les dio el titulo de campeones a los Packers. Sin embargo, Rodgers está supliendo con creces la marcha de Favre y así lo ha demostrado ante los ojos de los 111 millones de espectadores que establecieron el récord de audiencia en Estados Unidos. 


*Post publicado con la colaboración de Ignacio Garrido.

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